Proconsulado en Cilicia
En
53 a. C. el Senado impuso un intervalo de un lustro entre el desempeño de una
magistratura y el de la promagistratura provincial correspondiente para evitar
que los políticos recuperaran el dinero que invertían en las campañas electorales
expoliando el territorio. Debido a la carencia de líderes en 51 a. C. los
senadores decidieron enviar a administrar las provincias a excónsules que
habían renunciado a ellas en el pasado. Cicerón, que rechazó su procónsulado en
Macedonia, marchó a Cilicia —una pequeña provincia romana localizada en Asia
Menor— donde se desempeñó sin entusiasmo, pero con rectitud.
En
esta época Cilicia ocupaba el territorio correspondiente a Licia, Panfilia,
Pisidia, Licaonia y la recién anexionada Chipre.
Levert
escribe que Cicerón aprovechó la ocasión para poner en práctica su ideal de cómo
administrar una provincia, basado en la paz y la equidad, esencialmente
tributaria: visitó a los líderes de las poblaciones de todo el territorio,
suprimió los impuestos abusivos, moderó la tasa de interés usuraria y entabló
relaciones diplomáticas amistosas con Deiotaro I de Galacia —rey de Galacia— y
Ariobarzanes de Capadocia. Asimismo, tuvo que aplastar una revuelta en el Monte
Amanos, próximo a Siria, donde Antioquía estaba amenazada por las incursiones
de los partos; para ello reclutó numerosas tropas y nombró legatus a su
hermano, veterano de Guerra de las Galias. Tras dos meses de sitio tomó la
ciudad de Pindenissus, centro de la insurrección, con lo que precipitó la
capitulación de los sediciosos. Terminado el combate, los soldados aclamaron al
orador como imperator, por lo que éste podía reclamar la celebración de un
triunfo.
Durante
el gobierno, tuvo desavenencias con su cuestor Lucio Mescinio Rufo.
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