II. EL EPICUREÍSMO
Epicuro
fue uno de los grandes filósofos de la antigüedad, aunque sus ideas fueron poco
o mal comprendidas fuera de su círculo de discípulos y apenas se han conservado
fragmentos de sus más de cincuenta obras (las conocemos a través de Diógenes
Laercio, Cicerón y Séneca). Fuera de Roma, el epicureísmo tuvo uno de sus más
ilustres representantes en Lucrecio, autor del poema filosófico De rerum
natura. El epicureísmo alcanzó su máxima difusión durante los primeros siglos
del cristianismo, atrayendo enormemente a pensadores como San Agustín. Después
fue cayendo paulatinamente en el olvido, rodeado de malentendidos. Sólo en el
s. XVII se volverían a poner de moda algunas de sus ideas, a través de Pedro
Gassendi (1592-1655).
El
epicureísmo tenía una finalidad claramente práctica: los epicúreos entendían la
filosofía como una medicina del alma. La filosofía no se estudiaba para
adquirir cultura, sino para ser feliz.
1.
La Física epicúrea se inspira en Demócrito y es materialista. Los dos principios
básicos en esta física son: «nada nace de la nada» y «el Todo consiste en
átomos y vacío, y es infinito». Los cuerpos son «sistemas de átomos». El número
de átomos es infinito, como lo es el espacio vacío, por lo que admitían la
posibilidad de que existiera un número también infinito de mundos como el
nuestro, que nacen y perecen, aunque el conjunto del universo es eterno e
imperecedero.
•
Los átomos sólo tienen propiedades: tamaño (variable, pero siempre invisibles e
indivisibles) y peso. Se mueven en el vacío por su peso, aunque entre ellos
pueden producirse choques y desviarse de su trayectoria, por lo que resulta muy
difícil predecir su posición. Su doctrina, por lo tanto, es menos determinista
que la de Demócrito, pero sigue siendo mecanicista: nada en la naturaleza
sucede en orden a un fin. Todo es causa del movimiento al azar de los átomos,
sin que haya intervención divina alguna en el origen o funcionamiento de los
mundos. Los cuerpos, resultado de la agregación de átomos, poseen cualidades
reales (color, textura, etc.), resultado de su estructura atómica.
•
El alma es material y mortal. Es un agregado de átomos muy sutiles que se
extiende por todo el cuerpo. La percepción sensible se reduce al tacto
(percibir es entrar en contacto con una emanación de átomos por parte del
objeto que percibimos) y el pensamiento es una especie de sensación reflexiva
producida por la superposición de sensaciones inmediatas. El alma sigue al
cuerpo en su destino, y por eso es mortal.
•
Epicuro admite la existencia de los dioses; los considera seres inmortales y
antropomorfos, que viven en los espacios intermundanos, felices y sin
intervenir parta nada en la marcha del mundo. Para Epicuro, blasfemar no es
negar que los dioses existan, sino aceptar los caracteres que la gente común
les atribuye. Todas las teorías de Epicuro tienen una intención ética.
Intentaba eliminar los mitos y las supersticiones para conseguir que los
hombres pudieran vivir felices y sin miedo. Por eso polemizó contra la religión
popular y la teología astral de Platón. Negaba que la Naturaleza tuviese
carácter «divino» o que hubiera sido creada por los dioses para provecho del
ser humano. No creía que los dioses pudieran intervenir en los acontecimientos
naturales. Consideraba que los fenómenos de la naturaleza podían ser explicados
por causas naturales, más verosímiles y aceptables que los mitos. Afirmó que
los dioses no tienen por qué inspirar miedo: «es absurdo pensar que seres tan
perfectos y felices puedan experimentar sentimientos de ira o venganza. Y nada
hay detrás de la muerte: el alma se disipa con el cuerpo y no debe sentirse
amenazada por los horrores de ultratumba».
•
Respecto al conocimiento, Epicuro sólo considera reales las cosas que pueden
ser captadas por los sentidos, única forma válida de conocimiento. Se hicieron
famosos sus tres criterios de verdad:
1.
La sensación: Es una especie de contacto directo con los objetos o cuerpos que
percibimos, pues mediante los sentidos captamos los átomos que proceden de los
objetos exteriores. Siempre es verdadera y posee una evidencia absoluta. El
error no procede de la sensación, sino del juicio sobre la sensación, que puede
ser corregido por sensaciones posteriores.
2.
La anticipación: Es una especie de imagen general producida por la acumulación
de sensaciones semejantes. Podemos evocarla mediante las palabras, para
anticipar así objetos lejanos o futuros. Para ser verdadera, la anticipación
debe estar confirmada por la sensación, aunque algunas expresiones sugieren que
podía incluir anticipaciones de cosas bastante alejadas de la sensación
(«proyecciones»).
3.
La afección: Placer y dolor son las respuestas inmediatas del cuerpo a la
sensación, y por eso fiables.
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