Oposición a Marco Antonio y ejecución
El
15 de marzo del año siguiente acaeció el asesinato de César, en el que no
intervendría Cicerón; aunque era conocida su oposición al dictator, los
tiranicidas decidieron no contar con él a causa de su conocida cautela.
Fallecido César, estalló una enorme crisis política en la que Cicerón lideró a
un Senado que propuso amnistiar a los conspiradores para disminuir la tensión
hasta que Antonio, cónsul y responsable del testamento del dictador, tomó de
nuevo el poder.
En
abril, cuando el heredero de César —Octavio— retornó a Italia, Cicerón intentó
sin éxito usarle contra Antonio. Cinco meses después publicó varios discursos
en los que atacaba violentamente al cónsul, las Filípicas. Cicerón describe su
posición en una carta a Casio, escrita ese mismo mes.
No
obstante, la situación política no era la misma que en 63 a. C., y sus
Filípicas no tendrían el mismo resultado que sus Catilinarias. El Senado,
diezmado a causa de las luchas civiles y constituido por numerosos antonianos,
rechazó declarar enemigo público al cónsul. Un año después Octavio y Antonio se
reconciliaron en Módena y constituyeron un nuevo triunvirato —que recibió
plenos poderes— con Lépido.
Los
triunviros no tardaron en acabar con sus adversarios políticos. Octavio
abandonó a su aliado y permitió que Antonio proscribiera a Cicerón. El 7 de diciembre
de 43 a. C. el cónsul ordenó su asesinato, así como que su cabeza y sus manos
se expusieran en los rostra del Foro, tal como había sido la costumbre en
tiempos de Sila y Mario, aunque él fue el único de los proscritos en recibir
tal destino. Cicerón no opuso resistencia a su ejecución, y, ofreciendo la
cabeza, se limitó a pedir que se le matara con corrección. También serían
eliminados su hermano, Quinto, y su sobrino; sólo sobrevivió su hijo Marco
Tulio.
Sobre
la muerte de Cicerón y lo que hizo Fulvia, esposa de Marco Antonio, cuenta Dion
Casio:
Y
cuando les enviaron la cabeza de Cicerón (pues cuando huía fue apresado y
degollado), Antonio, después de dirigirle muchos y desagradables improperios,
ordenó que la colocaran en un lugar destacado, más visible que las demás, en la
tribuna de oradores , allí desde donde había pronunciado tantas soflamas contra
él, y allí se podía ver junto con su mano derecha, que le había sido amputada,
y Fulvia cogió la cabeza con las manos, antes de que se la llevaran, y,
enfurecida con ella y escupiéndole, la colocó sobre las rodillas y abriéndole
la boca le arrancó la lengua y la atravesó con los pasadores que utilizaba para
el pelo, al tiempo que se mofaba con muchas y crueles infamias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario