Yo no soy uno de esos cuyo ánimo vaga en la
incertidumbre y no sigue principios constantes. ¿Qué sería del pensamiento, o
más bien de la vida, si quitásemos el método, no sólo de razonar, sino también
de vivir?.
Cicerón, De officiis, II, 7.
Cicerón
demanda certezas, pero al mismo tiempo no acepta los contrapuestos dogmatismos
que generan fanatismo, por lo que prefiere orientarse hacia un moderado
escepticismo.
La
experiencia común y el sentido común, el consenso sobre la verdad compartida
por todos, no son suficientes para construir ninguna doctrina; pero aunque no
ciertos, son probables, y bastan para guiar un ideal político.
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