Marco Aurelio
El
último gran exponente de la doctrina estoica fue el emperador Marco Aurelio. La
celebración de la interioridad se evidencia claramente en su obra Meditaciones
(ca. 170), que literalmente se titula "para sí mismo" (en el griego
original, Τὰ εἰς ἑαυτόν-Ta eis heauton-).
Frente
al sinsentido del mundo y su realidad caduca, la única vía que queda al sabio
es replegarse en sí mismo, lo que da significado a la propia existencia
individual. Al igual que en Séneca, en Marco Aurelio el concepto de hombre es
tripartito: además del cuerpo (corpus en latín o soma en griego) se compone de
otras dos partes, el espíritu (spiritus en latín o pneuma en griego, el
"soplo vital") y el alma (anima en latín, psique en griego, la sede
de las actividades intelectivas y que es la considerada superior
-"hegemónica"-, un nivel que denomina con las palabras griegas logos,
hegemonikón y nous, es el verdadero "yo", mientras que cuerpo y
espíritu son más bien propiedades de ese "yo").
Como emperador, cumple estoicamente el deber que
le impone su papel político, pero siente la inutilidad y el sinsentido de las
acciones que no cambiarán la irracionalidad que opera en el mundo humano:
Se buscan retiros en el campo, en la costa y en el
monte. Tú también sueles anhelar tales retiros. Pero todo eso es de lo más
vulgar, porque puedes, en el momento que te apetezca, retirarte en ti mismo. En
ninguna parte un hombre se retira con mayor tranquilidad y más calma que en su
propia alma; sobre todo aquel que posee en su interior tales bienes, que si se
inclina hacia ellos, de inmediato consigue una tranquilidad total. Y denomino
tranquilidad única y exclusivamente al buen orden. Concédete, pues, sin pausa,
este retiro y recupérate. Sean breves y elementales los principios que, tan
pronto los hayas localizado, te bastarán para recluirte en toda tu alma y para
enviarte de nuevo, sin enojo, a aquellas cosas de la vida ante las que te retiras.
Porque, ¿contra quién te enojas? ¿Contra la ruindad de los hombres? Reconsidera
este juicio: los seres racionales han nacido el uno para el otro, la tolerancia
es parte de la justicia, sus errores son involuntarios. Reconsidera también
cuántos, declarados ya enemigos, sospechosos u odiosos, atravesados por la
lanza, están tendidos, reducidos a ceniza. Modérate de una vez.
Marco Aurelio, Meditaciones, IV. 3
Busto de Marco
Aurelio.
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