Diógenes de Sinope
La
figura de Diógenes enseguida pasó a ser una leyenda de provocación y la imagen
del sabio cínico por excelencia, de aspecto descuidado, burlón y sarcástico. Su
forma de vida perruna, su estilo agresivo, su comportamiento siempre en contra,
le diferencian sin confusiones.
Vivía
en un tonel, buscaba a plena luz del día con un candil, nada menos que al
hombre, se masturbaba en público, comía carne cruda, escribía libros a favor
del incesto y del canibalismo. Si alguien es el prototipo de trasgresor, ese es
Diógenes de Sinope.
Nació
en Sinope (Asia Menor) entre los años -413 y -400 y murió en Corinto en el año
-323. Este mismo año es probable que murieran también Aristóteles y Alejandro
Magno. Su padre era banquero y cuenta Diógenes Laercio que un buen día decidió
consultar al oráculo y recibió como respuesta "invalidar la moneda en
curso", que como todas las respuestas del oráculo era enigmática, dicha
respuesta tenía al menos tres sentidos: falsificar la moneda, modificar las
leyes o transmutar los valores.
Diógenes
no quiso elegir e hizo las tres cosas, el resultado fue la expulsión y el
destierro de Sinope. “Ellos me condenan a irme y yo les condeno a ellos a
quedarse”, fue su irónico comentario.
Forzado
por estas circunstancias deambuló por Esparta, Corinto y Atenas, en esta ciudad
frecuentó el cinosarges y se hizo discípulo de Antístenes, optó por llevar una
vida austera y adoptó la indumentaria cínica, como su maestro.
Desde
sus comienzos en Atenas mostró un carácter apasionado, llegando Platón a decir
de él, que era un Sócrates que se había vuelto loco. Pone en práctica de una
manera radical las teorías de su maestro Antístenes. Lleva al extremo la
libertad de palabra, su dedicación es criticar y denunciar todo aquello que
limita al hombre, en particular las instituciones. Propone una nueva valoración
frente a la valoración tradicional y se enfrenta constantemente a las normas
sociales.
Se
considera cosmopolita, es decir, ciudadano del mundo, en cualquier parte se
encuentra el cínico como en su casa y reconoce esto mismo en los demás, por
tanto en mundo es de todos. La leyenda cuenta que se deshizo de todo lo que no
era indispensable, incluso abandonó su escudilla cuando vio que un muchacho
bebía agua en el hueco de las manos.
Conoció
a algunos de los filósofos y gobernantes de la época, se cuenta la anécdota de
que estando un día en las afueras de Corinto, se le acercó a Alejandro Magno y
ofreció concederle lo que quisiera, a lo que el filosofo respondió simplemente:
“apártate a un lado que me quitas el sol”. Esta anécdota pretende reflejar
claramente que el sabio no necesita nada de los poderosos, que está por encima
de las riquezas materiales y de la ambición del poder. Esta actitud crea una
radical separación con los políticos.
Todo
esto es posible pero se necesita un duro entrenamiento (askesis). Diógenes,
como todos los cínicos recomienda el entrenamiento para adquirir la areté,
ejercitarse tanto física como mentalmente para endurecerse y llegar a la
impasibilidad y a la autosuficiencia. La independencia se consigue con el
esfuerzo, como el viejo héroe Heracles, que sirve de ejemplo a los cínicos,
porque vive conforme a su propia valoración de las cosas y no según normas ni
convenciones impuestas desde fuera.
Escribió
algunos libros, que se han perdido, pero todos los indicios hacen suponer que
eran de carácter breve y en forma de máximas o sentencias agudas e irónicas,
según sus comentaristas.
Su
muerte, como no podía ser de otra manera, también es motivo de anécdotas. Según
algunos murió por su propia voluntad, suicidándose mediante la contención del
aliento, dueño de su destino y del momento de su muerte. Según otros murió de
las mordeduras de un perro, esta vez de los de cuatro patas o de una
indigestión por comer pulpo crudo. Y cuentan también otros que aún resuena el
eco de las carcajadas del sabio de vez en cuando y que sus amigos levantaron un
monumento en su honor, que consistía en una columna coronada por un perro de
mármol.
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